¿A dónde vas con tanta prisa?

Un viernes en la tarde paseando por el parque, después de una mañana en el trabajo llena de gran estrés y ansiedad, una pregunta ha aparecido por mi mente: ¿A dónde vas con tanta prisa? Hecho que me ha permitido tomar consciencia de como he estado viviendo las anteriores semanas y de la importancia de parar, respirar, meditar para bajar las revoluciones y tomar de nuevo tierra.
¿Qué nos sucede que vamos por la vida acelerados? Creo que esta pregunta ya la he lanzado en otros artículos pero lo cierto es que me inquieta mucho. Es como un automatismo, nuestra mente piensa en mil cosas a la vez, en todo aquello que nos falta y que queremos alcanzar, en miles de preocupaciones…
En el libro de El zen es la mayor patraña de los tiempos dice: ¿Por qué la gente está tan estresada? Porque están siempre muy ocupados tratando de conseguir algo más.
Es importante darnos cuenta como nuestra mente, nuestro ego, está programado para sentirse insatisfecho y siempre quiere más, así como también está habituado a sentir miedo y por eso trata de controlar un futuro que es de por sí incontrolable, generando grandes dosis de preocupación y estrés, lo que provoca que nuestro sistema nervioso se descontrole y todo lo que eso implica.
Ejem… Y vivir, ¿para cuándo? Asociamos vivir con lograr objetivos, que no digo que sea incoherente, pues todos necesitamos de una motivación para ir dando pasos por la vida, pero a lo que me refiero es a disfrutar realmente de la vida, saborear la vida.
¿Has conseguido cosas viviendo una vida acelarada? Pues muy seguramente sí pero, ¿has tenido tiempo para disfrutarlas plenamente?
Consigues pareja y el primer año es una pasada, en cambio, los siguientes años, ya cae la idealización y no era la persona que esperabas, aparece la dichosa monotonía e incluso te planteas encontrar a otra persona. Te compras una casa y qué gran experiencia, pero al poco tiempo ya te ves viviendo en otro barrio o en otra casa más grande…
Y, por otro lado, habrá otras cosas en otros ámbitos de tu vida, que estés deseando alcanzar pero que te esté costando más de la cuenta porque tus propios nervios, temores y creencias están actuando en tu contra haciendo que aquello que quieres lograr, se aleje aún más de ti…
¿Y cómo son la mayoría de tus días? ¿Tal vez un constante corre que te corre? Desde que te levantas, desayunas rápido, vas al trabajo acelerado porque no llegas, trabajas con estrés, vuelves reventado, vas a la compra, cocinas, te duermes… y así, día tras día. ¿Y cuándo “vives” entonces? ¿Los fines de semana? Decimos que el tiempo vuela y que los años pasan muy rápido pero la realidad es que no paramos…
Espera, para. Creo que es hora de darnos cuenta de que no son las cosas de fuera lo que nos da la felicidad (y mucho menos un trabajo donde no te sientes realizado). La felicidad viene de dentro de uno mismo. Tan solo…

Prueba a hacer un ejercicio. Yo lo llamo El caminar consciente. Se trata de ir a un parque y recorrerlo en estado meditativo, esto es, concentrándote constantemente en escuchar todos los sonidos que oigas y tratar, en la medida de lo posible, de no perder tu atención. La mente querrá dominarte y tomar su protagonismo pero se trata de entrenarla para permanecer presente el mayor tiempo posible. El resultado es asombroso.
Si este tipo de atención plena la pusiéramos en cada cosa que hacemos: fregar los cacharros, tomar una taza de té, saborear la comida, hablar con alguien, darse una ducha (y se me ocurren muchas situaciones más), créeme que nuestro sistema nervioso estaría más relajado y, por tanto, nos sentiríamos más presentes, más centrados, más plenos.
Pero, como digo, el primer paso es estar dispuesto a desapegarte de tu mente y comprender que tú no eres tu mente, que eres más que tus preocupaciones, culpabilidades, arrepentimientos y miedos.
Vacía tu mente y no pienses en nada, solo siente, rápidamente notarás el efecto sedante y una mayor sensación de disfrute. Y en cuanto a tus objetivos, cultiva la paciencia pero sobre todo, disfruta.
Recomiendo la película italiana que actualmente está en Netflix que se llama: Ya era hora (Era ora).