La aceptación de mi sombra

¿Te ha pasado alguna vez que o bien en el trabajo, en la familia o en la comunidad de vecinos hay una persona que te rechina, que con solo mirarle te provoca cierto malestar, te incomoda su presencia ¡lo rechazas y dices: “Es que me irrita”? No te gusta esa persona o más bien no te gusta su comportamiento ¡Cuidado! Eso dice más de ti que de la otra persona.
¿A qué me refiero con esto? Aquello que rechazo del otro es algo que no acepto en mi. Por ejemplo, tienes un vecino muy agresivo que siempre dice las cosas gritando y lleno de ira y eso te irrita mucho o esa compañera de trabajo que es muy soberbia y no la soportas cuando la ves.
Aquí es interesante analizar dos cosas: ¿Te has dado cuenta que, probablemente, tú solamente tengas el problema con él o ella pero nadie más de tus compañeros o vecinos lo tiene? Esto ya está arrojando una información importante. Si no le ocurre a todo el mundo entonces esto es algo que te tiene que ver contigo, no con él o ella.
Eres tú el que pierdes tu paz interior cuando estás a su lado, luego te tienes que hacer cargo de ello pues la otra persona está actuando con toda su naturalidad, que a ti te irrite lo que hace, eso ya es tu responsabilidad.
¿Qué está pasando? Que cuando dices: “Él o ella me irrita” le estás dando poder sobre ti, es más, seguro que luego en casa no paras de tenerle o tenerla en la mente todo el rato y no paras de revivir ese malestar. ¡Y eso no es nada agradable!
¿Qué podemos hacer? ¿Crees que señalándolo y culpándolo de lo que sientes solucionamos algo? ¿Tal vez esperando a que cambie?
Aunque cueste admitirlo, esa persona actúa de manera “perfecta” y no va a cambiar. Tanto el vecino rabioso como la compañera soberbia actúan de esa manera porque sus vidas no han sido fáciles y de alguna forma sienten que actuando así se defienden de todo… (ojalá pudiéramos conocer más detalles de sus vidas para entenderles mejor)
Si a mi me irrita su forma de actuar, la pregunta que hay que hacerse es:
¿Qué me pasa a mi con esta persona cuando está rabiosa o es soberbia?
Porque quizás yo también sea una persona soberbia pero no lo reconozco y por eso salto, porque no me gusta ver esa parte de mí. O también puede suceder que tenga reprimida desde mi infancia mi rabia porque me dijeron que para ser una niña buena, debía ocultar mi rabia porque hacía daño y ahora cuando la veo en otra persona, me remueve mi mundo interior.
Esto forma parte de <la sombra> de la que hablaba el psicólogo Carl Jung: Esa parte de nosotros que se proyecta en otros y que no reconocemos en nosotros mismos.
¿Cuáles son las claves para superar esto? Son dos: La responsabilidad, la aceptación y se me ocurre otra, el agradecimiento.
La responsabilidad en cuanto a dejar el victimismo de culpar a la persona que me genera esa irritación cuando en verdad esa irritación solo existe en mi mente y en mi interior. Lamentablemente no podemos cambiar a la personas pero si soy dueña de mi misma y puedo decidir cómo me voy a sentir la próxima vez que le vea, porque sentirme mal es torturarme.
Hacerme cargo de lo que a mi me pasa con ESO que tú haces.
La aceptación: Aceptar que existe la diversidad y que hay individuos que actúan de manera muy diferente a nosotros, incluso de mala manera, con agresividad, prepotencia y malas intenciones.
Más allá de lo que ésta persona HAGA, es importante conectar con su SER. “Yo te quiero, aunque seas un gritón o un soberbio, luego vemos como nos coordinamos en el hacer”. Querer al distinto nos ayuda a no engancharnos con él o ella.

La cuestión es que yo puedo vivir bajo el mismo techo con una persona soberbia y que no me altere, si me altera y me irrita es porque no conozco en mí (no acepto en mí) mi parte soberbia. Si consigo mirar al vecino gritón o a la compañera soberbia, aceptarles y legitimarles en su diferencia (el hecho de que actúen de una manera diferente a como yo lo hago), si consigo separar lo que es de lo que hace, entonces veo su torpeza pero no su maldad.
Piensa que todos tienen un motivo para actuar de la manera en que lo hacen, no son malas personas, ellos son como pueden…
¡La clave está en poder reconocer en mí cualquier aspecto del otro! La clave está en aceptar porque si yo les acepto, me libero de ellos y dejo de entrar en su juego.
Y al final dirás…¡Anda mira una compi soberbia, yo también lo soy a veces… (o lo he sido en alguna ocasión)! ¡Anda mira un vecino gritón ¿Qué vida habrá tenido para tener que solucionar las cosas a base de gritos? Yo también siento rabia muchas veces pero no la expreso como él lo hace! Obsérvales pero no les juzgues y mucho menos, les condenes.
El agradecimiento: “Gracias por irritarme porque ahora me doy cuenta de que hay algo que me falta aceptar en mi vida para lograr de nuevo mi felicidad y mi paz”
Siguiendo estos pasos estarán consiguiendo algo altamente revelador… la aceptación de tu luz y también de tu oscuridad. Las dos caras de la misma moneda. La aceptación de ti mismo en base a la aceptación de los demás.
Carl Jung decía: Solo aquel que se ha aceptado a si mismo por completo posee la objetividad desprejuiciada. Es decir, solo aquel que reconoce cada parte oscura del otro en si mismo, puede estar en paz y observar a las personas y la propia vida sin emitir juicios (sin emitir opiniones).
Conclusión: ¿Cuándo sabes que te has aceptado a ti mismo por completo? Según mi parecer, solo lo puedes saber cuando ya nadie te irrita ni te saca de quicio. ¡Nivel buda!
Parada para reflexionar: ¿Tal vez te irrita o te da rabia que otros te juzguen? ¡No culpes a los demás! la pregunta que hay que hacerse es: ¿Será que me juzgo yo a mi mismo? ¿Será que yo también juzgo a los demás? Tal vez sientes que los demás no te escuchan nunca… ¿Será que no me escucho yo a mi mismo? ¿Será que yo no les escucho? ¡Siempre aplícatelo primero a ti mismo!