¿Necesitas sentirte importante a toda costa?

Había un psicólogo que decía que todos deberíamos llevar un cartel que dijera: “Necesito sentirme importante”. Como seres humanos, es absolutamente sano y natural sentir un deseo interno de ser valorados y tenidos en cuenta por las personas que nos rodean y con quienes interactuamos.
Cuando tienes un buen autoestima, agradeces que te valoren, te consideren y admiren todas tus habilidades y tus logros pero no dependes de ello pues ya te consideras capaz y suficiente tal cual eres, conoces tu propia valía y has aprendido a quererte a ti mismo: Eres feliz con la persona que eres y con lo que tienes. El problema surge cuando sucede lo contrario y aquí tendríamos que hablar del complejo de inferioridad. Entramos en el terreno del “ego”.
¿Qué es el complejo de inferioridad?
Cuando una persona tiene baja autoestima y se compara constantemente con el standard social (convirtiéndose incluso en una obsesión) y se siente insatisfecha y desgraciada con la persona que es, lo que la lleva a experimentar una gran inseguridad e inconformidad consigo misma. Es decir, no se acepta ni se quiere y siente que no es válida ni suficiente tal cual es. Aparece en su interior <un vacío> que quiere rellenar a toda costa.
Los grandes egos son grandes escudos para mucho espacio vacío.
Diana R. Black
¿Cómo rellena ese vacío?
- Aparentando ser una persona que realmente no es con tal de adjudicarse méritos, reconocimiento y éxito ya sean reales o imaginarios.
- Exagerando sus logros para compensar sus defectos o debilidades.
- Inflando su ego y desfigurando la realidad a través de mentiras con tal de sentirse importante.
- Sintiéndose superior a otros para proteger su frágil identidad pues no permite que otros descubran sus puntos débiles.
Te sonarán esas personas, que pueden ser familiares, amistades o conocidos, que:
- Si les preguntas qué tal están, siempre les va <lo mejor de lo mejor>, es más te lo cuentan con cierto aire de superioridad como destacando lo importante que es su vida. Jamás muestran un indicio de vulnerabilidad (jamás les ocurre nada malo y si les ocurre, ya se encargan ellos de disfrazarlo) y si se sienten amenazados con tus preguntas o con tus comentarios comienzan a desacreditarte, minimizar tus logros o señalar tus fracasos como un mecanismo de defensa. Yo lo llamo <el efecto medusa> pues van a intentar “picarte” para opacarte y que no brilles y así no les haces sombra.
- Si les preguntas cómo les va en el trabajo, comienzan a rebuscar <un vocabulario más profesional> para contarte la importancia de su función en la empresa cuando en verdad lo están maquillando. A mi me pasó con alguien cercano que me contó maravillas de su empresa y de su <gran puesto de responsabilidad> pues al parecer tenía a su cargo a todo un equipo y con el tiempo me enteré de que su puesto era “normal” y tan solo estaba enseñando a los dos becarios nuevos que habían entrado en la empresa. Al final con tanta mentira, estas personas lo que pierden es su credibilidad.
- Si están en grupo, tratan de llevar la conversación <hacia su terreno> para hablar de algo que conocen y así hacerse los importantes, tratando de brillar y con el objetivo de opacar al resto. Y también si están en grupo, este tipo de personas se vuelven muy críticas pues se comparan con el resto y como no soportan sentirse inferiores, critican y menosprecian a los otros (señalando sus errores o descalificando sus habilidades).
¿Cómo se te queda tu cara ante este tipo de personas? No les vamos a condenar, bastante ya tienen los pobrecitos con vivir en sus castillos de fantasía. Yo siempre me pregunto qué les habrá pasado para llevar esa vida porque debe ser agotador tratar de mentir a cada rato o tratar de buscar un reconocimiento constante incluso “pisando” al de al lado. Este tipo de conducta suele venir de entornos familiares donde han sido menospreciados o ignorados (han sentido que no han sido vistos) y han crecido con esa carencia. A parte, han ocultado su vulnerabilidad en “su sombra” (concepto acuñado por Carl Jung para describir esa parte de nosotros que tratamos de ocultar a toda costa) y no permiten que nadie lo descubra. Por eso necesitan sentirse superiores y menospreciar a las personas aguijoneándolas como lo haría una medusa para defender su “yo frágil”.
Estas personas sienten que “no son nadie” y lo que buscan es “ser alguien”. ¡Si supieran que ya lo son todo! Que no hay por qué compararse con nadie, ni tratar de sentirse más importante o especial que alguien. Como decía mi profesor Alejandro: El Universo ha sido creado para introducir la mayor variedad posible en él, por eso no hay dos plantas iguales, dos hojas iguales de un mismo árbol, ni siquiera dos copos de nieve iguales. Cada uno de nosotros es “único e irrepetible” como también decía el escritor Pedro Salinas.
Se trata de aceptarnos tal cual somos, con nuestras virtudes y sobre todo con nuestros defectos. Aceptando las dos caras de la misma moneda: que soy fuerte pero también soy débil, que soy lista pero hay ocasiones donde también soy tonta (o me gusta hacer tonterías), que soy activa pero también soy perezosa, etc. Teniendo claro que no soy <siempre> la misma persona y dependiendo de con quién esté o la circunstancia que esté aconteciendo, seré de una manera o de otra ¡y me acepto de todas las maneras!
De nuevo destaco una frase llena de sabiduría que dijo Hemingway en una ocasión y que ya cité en otro artículo. La vida no se trata de compararnos unos con otros sino de compararnos con nosotros mismos: de la persona que éramos a la persona que somos. Se trata de buscar nuestra mejor versión.
La auténtica nobleza no consiste en ser mejor que otros sino en ser mejores de lo que éramos.
Ernest Heminway
Y mi frase para cerrar este articulo es la siguiente:
Para ser GRANDE primero tienes que aprender a ser pequeño, la humildad es la base de toda verdadera grandeza.
Heber Spinoza