Obediencia a la autoridad
¿Cómo actúas ante la autoridad? ¿Qué haces cuando te dan una orden o una directriz a seguir? ¿Quizás te entra miedo y te sometes a lo que te diga un profesor, un policía, un jefe…? ¿Quizás te sientes alterado y te revelas contra la autoridad? Déjame que te cuente algo:
El Juicio a Adolf Eichmann
Adolf Eichmann fue el teniente coronel de las SS (Del régimen Nazi) responsable de ejecutar el programa llamado “solución final” para erradicar a la población judía. Lo que no tenía idea era de que después de la derrota de los alemanes en 1945, Adolf Eichmann fue capturado por las fuerzas estadounidenses pero “el cabrito” logró escaparse y se fue a vivir a Argentina donde se cambió de identidad y trabajó como gerente en una fábrica de Mercedes Benz. No fue hasta 1960 que la Mossad- el servicio de inteligencia de Israel- lo capturó y lo trajo de vuelta a Jerusalén donde se llevó a cabo uno de los juicios más famosos de la historia. La revista The New Yorker pidió a la filósofa judía Hannah Arendt que cubriese el juicio. Lo que escribió esta filósofa fue revelador. ¿Cómo pudo alguien ser capaz de cometer aquellos crímenes de tal envergadura? – nos preguntamos todos: porque Eichmann decidió <no pensar> en lo que estaba haciendo. Es más, en el juicio Eichmann llegó a decir: “Que él solo cumplía con su deber, que estaba obedeciendo las órdenes que el gobierno le impuso” y acusaba a los gobernantes de haber abusado de su obediencia. ¿Qué bonito no? (Dicho con ironía) Te cargas a millones de personas y dices que no es culpa tuya, que tú no fuiste responsable de nada porque “estabas acatando órdenes” y era tu deber hacerlo y que la responsabilidad entonces recaía sobre otros… De aquí sacamos como conclusión la importancia de pensar por nosotros mismos y de cuestionarnos las consecuencias de nuestras propias acciones más allá de asumir una orden. Renunciar a pensar puede causar más daño aún que los peores instintos naturales que tenga el ser humano.
Stanley Milgran y su experimento
Pero eso no es todo, Stanley Milgram, un psicólogo estadounidense, llevó a cabo un experimento en la universidad de Yale (que está recogido en su libro llamado: ” Obediencia a la autoridad”) donde pretendía estudiar ¿Hasta qué punto damos relevancia a una persona que para nosotros posee autoridad y poder? Lo que salió de este experimento, fue revelador.
El experimento se realizaba con tres personas que traían de la calle: Uno haría de Doctor, llevaba una bata blanca y actuaba como si lo fuera. Otro sería el alumno, el cual tenía que aprenderse unas preguntas y sus respuestas pues después sería puesto a prueba por el maestro. El alumno era un actor pero el maestro no lo sabía. Y el maestro era “el sujeto a estudiar” a quien de verdad se dirigía el experimento y a quien de verdad se le estaba poniendo a prueba. Los otros dos eran un gancho.
La situación era la siguiente: En la sala, el doctor conectaba al alumno a una máquina, de tal manera que cuando “el maestro” preguntara al alumno y no se supiera la respuesta, el maestro comenzaba a propinarle unas pequeñas descargas como castigo. Contra más se equivocara, las descargas eran más fuertes llegando “supuestamente” a los 450 voltios, capaz de producir el coma en una persona o incluso la muerte… por supuesto, este experimento estaba trucado y el alumno actuaba como si recibiera tales descargas.
Es interesante este estudio porque muchos maestros, llegado a un punto, dudaban de continuar con el proceso viendo el malestar que generaba a su compañero, la persona que hacía el papel de alumno. Aquí, la figura del hombre que se hacía pasar por doctor y que representaba <la autoridad> era clave pues instaba a continuar con el proceso diciendo con firmeza cosas como: “El experimento debe continuar”, “Es absolutamente necesario que usted continúe” y si el maestro se negaba, le decía: “Usted no tiene opción, debe continuar”. Al final se comprobó que el 65% de los hombres que hicieron el experimento, aplicaron el máximo voltaje, lo que revela que cuando acatamos las órdenes que nos impone la autoridad y vemos como la responsabilidad la tiene otra persona, podemos llegar a comportarnos con extrema crueldad pues nos liberamos de cualquier sentimiento de culpa.
Aquí te dejo un video para que te hagas una idea de lo que fue el experimento de Stanley Milgram
¿Obediencia o desobediencia?
¿Cuántas veces en nuestra vida nos vamos a encontrar con situaciones donde una persona va a imponernos algo, haciéndonos cuestionar nuestros propios principios y decisiones personales? Desde jóvenes la autoridad puede ser representada por nuestros propios padres, profesores… Y como adultos, puede venir de nuestro sistema: El gobierno o la policía, nuestro jefe o también de personas dominantes: pareja, hijos, amistades, conocidos…? ¿Hasta qué punto haces lo que te dicen que hagas cuando “eso” que te imponen está en conflicto con tu conciencia personal?
Voy a poner varios ejemplos: Imagínate siendo joven y viviendo con tus padres y te has echado un novio que se le puede poner la etiqueta de “chico malo” y a tus padres no les agrada ni un pelo. Ellos hablan contigo y te dicen que “es mejor para tu bienestar y futuro, dejar esa relación”. .. ¿Lo vas a dejar?. Otro caso sería cuando tu hijo te manda callar de muy malas maneras ¿Te vas a callar?. O imagínate siendo adulta y que en tu empresa, tu jefa te diga que hay que engañar a unos clientes y eso va en contra de tus principios. ¿La vas a hacer caso?. También me estoy refiriendo a situaciones cotidianas como ese momento donde vas con tu pareja de compras y te pruebas un abrigo de color rojo y te gusta como te queda pero tú pareja te dice que odia el color rojo y que ese tipo de abrigo no le gusta para ti. “Búscate otro abrigo” – te dice… ¿Vas a hacer lo que te dice? Una cosa es lo que otros te digan y otra muy diferente es lo que tú sientas que debes hacer o que quieras hacer. La pregunta importante es: ¿Qué quieres hacer tú? Más allá de lo que digan y piensen los demás. La clave está en perder el miedo y hacer lo que dicta tu corazón.
El teólogo y filósofo Santo Tomás de Aquino te diría que sigas lo que te dicta tu conciencia pues según él: Las leyes que son contrarías a lo que tu razón considera como justo, no te obligan en conciencia y, por lo tanto, es lícito desobedecer. Me cae bien este santo. Y el también filósofo Henry David Thoreau te diría que ante una ley injusta tienes la obligación moral de revelarte pacíficamente. Antes que ciudadano o antes que ser hijo, padre, madre o lo que sea… eres hombre (o mujer).
El amo y el esclavo
El filósofo alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel escribió una obra que hablaba de la dialéctica entre el amo y el esclavo. Dice que en la historia de la humanidad siempre ha habido el enfrentamiento entre dos conciencias: Una más dominante y otra más sumisa. Está última es así pues tiene miedo mientras que el dominante no lo tiene. Si te paras a pensar cuántas parejas hay que están basadas en esta dicotomía y no solo eso, ¿Cuántas relaciones hay basadas en esto? Tu jefe y tú, los compañeros de clase y ese pobre niño o niña que sufre <bulling> en clase…
Con este artículo no te estoy animando a volverte dominante pero si me gustaría hacerte pensar que si tienes tendencia a que te dominen o a acatar órdenes que consideras injustas… que comiences a decir ¡NO! y pierdas el miedo a no sentirte aceptada, a no pertenecer a un grupo o a las consecuencias porque la protagonista de tu vida eres tú.
Yo te contaría varias anécdotas que me han pasado respecto a la autoridad… y es que con solo mencionar esta palabra, es como escuchar una tiza chirriar en la pizarra ¡¡¡No me gusta y nunca me gustado!!! He tenido siempre una cosa clara: Yo decido lo que quiero para mí y nadie me impone nada que esté en conflicto con mi conciencia personal, porque de ser así, lo voy a desobedecer.
Ya sabes… ante una orden… párate y piensa: ¿Qué quiero hacer con esto? ¿Lo obedezco o no? Y si decides que no obedeces… ¡No tengas miedo!