Convertir problemas en oportunidades

En este artículo ya introduje los conceptos de victimismo y su opuesto: la responsabilidad. Para saber si estamos viviendo nuestra vida dentro del victimismo o desde la responsabilidad solo tenemos que preguntarnos a nosotros mismos: ¿Aquello que ocurre en mi vida lo veo como un “problema” o como una “oportunidad” (de aprendizaje)? Porque en función de cómo lo veamos, vamos a generar un tipo de vida u otra (más llena de malestar o de bienestar). Te pongo un ejemplo:
Quedas con un amigo y éste llega media hora tarde. ¿Qué pasa por tu mente? ¿Cómo te sientes ante alguien que es <impuntual>? ¿Tal vez te enfada su comportamiento? ¿Lo ves como un problema? Lo curioso es que hay personas a quien no les afecta la impuntualidad. Es cierto que no es agradable estar esperando a alguien pero a mi, por ejemplo, no me enfada. Entonces… si a algunas personas les afecta y a otras no… el problema (como ya te indiqué en este artículo) no está en lo que nos sucede sino en <lo que pensamos> acerca de lo que nos sucede. Es nuestro planteamiento acerca de cómo <deberían ser> las cosas (en lugar de aceptar <como son>) lo que nos genera malestar, no la persona o el comportamiento que hace la persona. A lo mejor tú piensas que la impuntualidad es una falta de respeto, que tú amigo “debería ser puntual” y eso es lo que te enfada. Desafortunadamente no podemos cambiar a las personas, pero si podemos cambiarnos a nosotros mismos para que eso que hacen no nos afecte. Dejar de verlo como un problema es la clave, aceptar que las cosas son como son sin necesidad de luchar contra ello porque al final de lo que se trata es de sentirnos bien con nosotros mismos más allá de lo que hagan o dejen de hacer los demás. ¿Y qué puedes hacer si tu amigo llega tarde? Si es un hábito de tu amigo, conociéndole, llega tú también tarde o cítale media hora antes y así siempre llegará a tiempo. Y si te toca esperar, llévate un libro, entra en alguna tienda o repasa qué vas a hacer al día siguiente… aprovecha el tiempo pero ¡no te enfades!
Otro ejemplo: Discutes con tu pareja por algo que has hecho y a él o ella le ha molestado. Te lo dice y te enfadas porque a nuestro ego no le gusta escuchar que a veces nos equivocamos. Posiblemente tú primera reacción es culparle a él o ella también. Estás recibiendo la crítica como un <problema> en lugar de verlo como una <oportunidad de aprendizaje>. Deja que tu pareja hable y que te diga cómo le has hecho sentirse… tal vez con tu actitud le estás haciendo daño sin darte cuenta de ello.
Lo que me ha pasado ¿Es bueno o es malo?
Tenemos una gran tendencia a etiquetar las cosas que nos pasan como “buenas” o “malas” y decimos cosas como: ¡Qué mal que me han echado del trabajo!, ¡Qué mal que me ha dejado mi novio! ¿Por qué me ha pasado esto a mi? ¡Yo no me merezco esto! Viviendo desde el victimismo, nos generamos gran malestar. No nos damos cuenta de que solo en el transcurrir del tiempo, aquello que pasó tomará un sentido. En algún momento llegarás a decir: “Gracias a que me dejó mi novio, hoy estoy feliz con la persona que realmente me ama” o “Gracias a que me echaron de aquel trabajo, hoy estoy en un trabajo que me llena y me agrada”…. Me gustaría hacerte cuestionar el uso de estas <etiquetas> ante algo que acontece en tu vida y la mejor manera que se me ocurre es contándote la historia del anciano y el caballo que estoy segura te va a hacer reflexionar:
Un padre, viudo y muy anciano, vivía con su hijo en una granja de un pequeño pueblo. Un día, se levantaron por la mañana y se percataron de que su único caballo se había escapado. La gente del pueblo se enteró, se acercó a la casa y le dijeron al padre: “¡Qué mala suerte!” Y el padre les contestó: “¿Buena o mala suerte? ¡Ya se verá! A los días, el caballo llegó con una yegua por lo que ahora tenían otro caballo más. En el pueblo, todos se enteraron y volvieron para comprobarlo. Así, le dijeron al padre: “¡Qué buena suerte!” y el padre les respondió de nuevo: ¿Buena o mala suerte? “¡Ya se verá!”. Resulta que esta yegua era salvaje y había que domarla. Su hijo se ofreció para ayudar al padre y en cuanto se acercó a la yegua, ésta le propinó varias patadas que le fracturaron los huesos de las piernas, quedando el muchacho gravemente herido. Corrió la voz por el pueblo y los vecinos volvieron para hablar con el anciano ¡Qué mala suerte! – le dijeron. Y el padre les volvió a responder ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? Ya se verá. A los días, el ejército se presentó en el pueblo haciendo un llamado a todos los jóvenes que estuvieran en buenas condiciones para ser reclutados para la guerra ese mismo día. Cuando fueron a la granja y vieron el estado en el que se encontraba el muchacho, aún convaleciente, le dejaron tranquilo y se marcharon con el resto de jóvenes. Todos los padres, llenos de tristeza, bajaron a la granja y le dijeron al padre: “¡Qué buena suerte! pues gracias al accidente con la yegua, tu hijo se ha salvado de partir a la guerra que seguramente acabará con la vida de muchos de nuestros hijos” y el padre les contestó: “¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¡Ya se verá!”.
Del ¿Por qué? al ¿Para qué?
¿Por qué nos caemos Bruce? Para aprender a levantarnos
Película de Batman Begins
Madurar es aceptar y asumir nuestras dificultades y decepciones, saber transitar por ellas, soportando el propio dolor y reconociendo nuestra vulnerabilidad ante lo que estamos experimentando. Esta es la única manera de aprender de las cosas que nos pasan, de crecer personalmente y espiritualmente, evitando así la inmadurez que surge cuando tratas de huir del dolor, tapándolo o negándolo.
Llega un momento en el que si queremos buscar una mejora en nuestras vidas, tenemos que dejar de poner el foco en lo que sucede afuera y prestar más atención a lo que ocurre dentro de nosotros, en nuestra mente pues ahí es donde residen todos nuestros sufrimientos. Te empiezas a dar cuenta de que cuando te sucede algo que te perturba, preguntarte ¿Por qué? o culpabilizar a otra persona… no te sirve realmente para nada, solo para quedarte en el victimismo y para causarte más dolor. En cambio, si te preguntas ¿Para qué? puedes comenzar a ver el aprendizaje que hay bajo cualquier cosa que nos pase y empezar así a responsabilizarnos…
¿Empezar a responsabilizarnos por las cosas que nos pasan? Si, porque como te conté en este articulo: Tu vida es una manifestación de lo que piensas. Aunque cueste creerlo… Todos las circunstancias que te rodean, las has creado tú con tu mente: El hecho de que quizás no tengas pareja, de que tengas un trabajo que no te satisfaga, de que no te alcance el dinero, de que tengas un compañero que se pase contigo en el trabajo, etc ¿De verdad crees que es producto de la mala suerte, de un mal karma o algo accidental? ¿Te has parado a pensar que lo que te ocurre tiene mucho que ver con la energía que emites y, sobre todo, de los juicios y pensamientos que tengas en tu mente? Sabiendo esto… ¿Cómo no parar a conocernos a nosotros mismos? ¿Cómo no ver una oportunidad de aprendizaje y crecimiento en cada cosa que nos pase? Pues como decía Carl Jung:
Todo lo que nos sucede, entendido adecuadamente, nos conduce de regreso a nosotros mismos.
Carl Jung
Como conclusión te invito a que a partir de ahora, cuando te ocurra algo que a tu modo de ver te ocasione incomodidad o te perturbe de alguna manera, te preguntes: ¿Para qué me ha sucedido esto? ¿Qué oportunidad de aprendizaje hay aquí que no logro ver? y conectes así con la transcendencia de las cosas pues <todo está conectado> para un fin mayor. Quizás no obtengas la respuesta en ese preciso momento pero… la respuesta te llegará tarde o temprano ¡Confía!